Perseguidera Dmente

domingo, 26 de julio de 2009

Con el corazón en la mano: Rolando Villazón

Rolando Villazón es, por derecho propio, uno de los mejores interpretes de la ópera en la actualidad. Su muy particular estilo en escena, en el que pone alma, vida y corazón, es según creo, producto de la fusión de su enorme talento, una bellísima voz (fuerte, pasional, expresiva, flexible y capaz de alcanzar los agudos más altos sin mostrar dificultad), una sólida formación y una personalidad extraordinaria, con la que pone
su sello en cada rol.
Su alegría desbordante y su particular sentido del humor son lo que le hacen diferente, por ejemplo, a un muy serio y correcto Juan Diego Flórez. No es comparación, cada quien en su casa y Dios en la de todos.
"No estoy en contra de las escuelas que priman en lo vocal la belleza del sonido. Pero la fidelidad al mensaje debe ser total. No sólo se trata de cantar, hay que contar una historia, y cada recurso técnico tiene que estar al servicio de la descripción de los estados de ánimo del personaje. Si haces un piano o un forte, tiene que ser la consecuencia de ese estado de ánimo y no de un efecto escrito en la partitura o una manera de mostrar lo que eres capaz de hacer, algo más propio de un tipo de circo de la voz. En este proceso uno debe ser capaz incluso de sacrificar la belleza. Una búsqueda que llevo a cabo en los ensayos, donde jugamos a cometer errores. Más allá de una historia emocionante o una bella música. Cuando añades tu carne, el corazón se conmueve de una manera que quizás ninguna otra obra de arte puede hacerlo. Es algo que recomiendo, actuar cantando da mucho más placer." De acuerdo, Maestro.
Su Alfredo en La Traviata, bajo la dirección musical de Willy Decker (Festival de Salzburgo 2005), junto a una encantadora y sensual Anna Netrebko, es inolvidable. Con una propuesta arriesgada en cuanto a escenografía, Rolando desarrolló un Alfredo apasionado y arrollador.
Uno de sus mejores CD´s es sin duda Gitano (2007). Mi favorita: “Pajarín, tú que vuelas” donde su voz se va apagando idílicamente al terminar el texto. Deliciosa..!
En cuanto a conciertos, me fascina el del Waldbühne berlinés, en 2006. La emoción desbordada. La electricidad en el aire. El corazón en la mano.

jueves, 16 de julio de 2009

Sé tú mismo... y mejórate cada día


Por estos días, he estado releyendo (no sé bien por qué) Ética para Amador. Y salen las clásicas preguntas: ¿cómo es que la gente sigue confundiendo el ser gentil con el ser servil? ¿simpatía con hipocresía? ¿ser educado con ser estirado? ¿hace tanto tiempo que la gente no ve un ser humano real, con principios morales y, si, éticos, que lo somete al escarnio por su diferencia con el resto de la manada?
Todos tenemos defectos. Pero si entre nuestras características se encuentran estos defectos que tanta falta le hacen a la humanidad, procuremos copiarlos. Yo a veces peco de soberbia y, a veces, me exaspera la injusticia, lo reconozco. Pero como me preocupa más lo que la gente hace que lo que dice, intervengo hasta donde puedo. Y poder y deber tienen una línea divisiva casi invisible en ocasiones.
Ayer una persona me preguntó por qué quise estudiar comunicación social, sobre todo en los tiempos que corren. Una de las muchas respuestas es que soy una idealista incorregible..!
Presten atención:
"Balti, nadie está libre de que lo encasillen, de que le pongan una especie de marca o de que le adjetiven. A los medios de comunicación les gusta mucho eso. Lo mismo te declaran héroe que villano. Recuerdo una entrevista en El País, cuando pasé a la política, que se tituló "Ni antes era Dios ni ahora el diablo". Y es que la sociedad o aquellos que la conducen son así. Te marcan una pauta y actúas; te dicen cuál es la moda y te visten; te dicen qué restaurante o discoteca está a la última y poco importa que ni ésos sean tus gustos, ni que te apetezca ir o no, pero vas. Son las normas de la tribu, son las costumbres sociales que hay que "cumplir", en forma mecánica, amorfa e insípida. Por eso, cuando alguien se sale del molde y marcha a contracorriente en principio sorprende, incluso molesta, y luego se le presta atención, porque demuestra que se puede rebelar contra lo establecido, contra lo impuesto. A partir de ahí surgen los detractores, los que te apoyan y los que te critican."¡Éste busca algo!" "¿Por qué lo hará?" "Seguro que le han ofrecido algo", dicen. A otros les perturba porque descubres sus miserias, su vagancia o sus delitos. Por eso intentan destruirte. En definitiva, atraes la atención y a partir de ahí te convierten en "estrella", "vedette", "protagonista", "mediático", "polémico", controvertido". Es decir, en alguien que actúa a impulsos de popularidad, o de encuesta, en alguien que delinque, prevarica, miente o conspira para mantenerse en alza, para que le reconozcan o le premien. En fin, en un monstruo, sólo que para algunos es un monstruo bueno y para otros malo, pero siempre monstruo. Sin embargo, muy pocos piensan y aceptan, hasta tal punto ha llegado la degradación humana, que se trata de un profesional que se cree aquello que hace, que procura hacerlo bien y prestar un servicio público para el que le pagan, que no busca otra cosa ni prebenda que su propio trabajo. En definitiva, hacer aquello que debería ser normal para todos y que tan bien plasmara, ya hace años, Adolfo Suárez: elevar a la categoría de normal lo que es normal.
Querido hijo, trabajar no es nada extraordinario, es una obligación y también un privilegio, porque hay muchos que no lo pueden hacer. Y si esto es así, ¿qué esfuerzo añadido cuesta hacer las cosas bien? No demasiado. Lo que sucede es que los niveles de compromiso y responsabilidad han bajado muchos enteros, y pasar inadvertido, no por prudencia sino por vagancia, es muy habitual.
Lo que sucede es que hay muchas personas que no aceptan que seas tú mismo, que tu vaso puede que sea pequeño pero que en él sólo bebes tú, que te marques tu meta según tus prioridades, que tengas el pernicioso virus de la independencia, y que por ello que seas como un grano en "el culo", que a todo el mundo molesta."
Baltasar Garzón, Un mundo sin miedo, 2005.

domingo, 12 de julio de 2009

Al norte del ombligo


A continuación reproduzco fielmente y en su totalidad un escrito publicado en el blog de mi tocaya Yoani Sánchez (http://desdecuba.com/generaciony/). El resaltado en negrillas es mío y cualquier parecido con un posible y aterrador futuro en mi país, una temible coincidencia.
Atrapados en la ola
No alcancé a ver, durante la muestra de cine alemán, el controvertido filme “La ola”. Sin embargo, pocos días después alquilé una copia con subtítulos al español a través de las redes underground de distribución. La vimos en casa junto a varios amigos y el debate nos dura hasta hoy, pues hay demasiadas coincidencias para que lo contado en ella sea pura casualidad entre nosotros.
Muchos de los elementos que la película muestra como característicos de una autocracia no me sorprenden. Fui una pionerita uniformada –al final me alegro, porque sólo tenía una muda de ropa fuera de la saya roja y la camisa blanca de la escuela– y repetí cada día un gesto que, al compararlo con el brazo ondulante de La ola, éste último me parece un juego de niños delicados. Mi mano se tensaba y con todos los dedos unidos señalaba a mi sien, mientras prometía llegar a ser como un argentino que había muerto quince años atrás. Aquel saludo militar apuntaba a mi cabeza como un arma, a modo de auto-amenaza que me obligaba a cumplir con el “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”.
Yo también creí haber nacido en una Isla elegida, bajo un sistema social superior, guiada por el mejor de los líderes posibles. No eran “arios” los que nos gobernaban, pero se autotitulaban “revolucionarios” y eso parecía ser un estadio más evolucionado -el escalón más alto– del desarrollo humano. Aprendí a marchar, me arrastré en clases interminables de preparación militar y supe usar un AK antes de cumplir los quince. Mientras, las consignas nacionalistas que gritábamos pretendían esconder el éxodo de mis amiguitos y la dependencia que teníamos del Este.
Pero nuestra autocracia produjo resultados inesperados, muy alejados del fanatismo o la veneración. En lugar de soldados de ceño fruncido, engendró apáticos, indiferentes, gente con máscaras, balseros, descreídos y jóvenes fascinados por lo material. Tuvo también su recua de intolerantes -quiénes, si no, forman las Brigadas de Respuesta Rápida– pero el sentimiento de pertenecer a un proyecto colectivo que sería una lección para el mundo se esfumó como la falsa esencia de un perfume barato. No obstante, nos quedaron los autócratas, el profesor Wenger siguió parado frente al aula gritando y exigiéndonos levantarnos una y otra vez de la silla.
El nuestro no es un experimento que dure una semana ni que implique a unos pocos alumnos en un aula. Nuestra actual situación es la de haber sido atrapados en La ola, engullidos y ahogados por ella, sin haber podido tocar nunca la playa.


En Venezuela también hay apáticos e indiferentes, enmascarados y balseros, descreídos y jóvenes fascinados por lo material. Hay una caterva de inmorales, que testean tu opinión acerca de este gobierno en el balcón de su apartamento de 600 millones, haciéndose los inocentes y preocupados ciudadanos, y que a su vez, se llenan los bolsillos haciendo negocios con el estado corrupto y les sirven de discretos y serviles testaferros, mientras beben whisky un domingo por la tarde a orillas de una piscina, alabando su inteligencia por haber elegido el "mejor bando" ante la situación que se vive en el país.

Hay también una variopinta parvada de intolerantes, que van desde los intelectuales que apoyan la ideología hasta los recalcitrantes y pavorosos miembros de los círculos bolivarianos, verdaderas brigadas de choque, a los que utilizan para amedrentar a través de una pintada en la pared de tu casa, una cayapa a gritos en una reunión de condominio o simplemente una golpiza.

Esto no es una ola ni un tsunami. Es algo más insidioso y peligroso.