Perseguidera Dmente

martes, 26 de abril de 2011

Pst, pst, pst...

La náusea

Muchas veces la resistencia a reaccionar, es interpretada como cobardía. Especialmente cuando no se toman en cuenta las provocaciones de personas mal intencionadas, groseras y cobardes, ellas sí, cuyo modus operandi consiste en atacar constante y patotéricamente a la víctima de su "atención". 

Hay que tener la habilidad gimnástica de Yevguenia Kanáyeva para esquivar los intentos desestabilizadores de estas personas que se juran el no va más en esta vida, las anteriores y las próximas y encaramados en su Monte Olimpo de perfección, han de venir a juzgar a vivos y muertos, cuales o-dioses.

Señores, entiéndanlo: no son imprescindibles. Sólo son molestos. Y me atrevería a decir que van un poco vacíos, ya que emiten tal eco interno...

Señores, vivan. Sean felices, no les estorbe la felicidad de otros… o su indiferencia.

Post-it asoleado

Del DRAE para Ud., Compañero: Persona que se acompaña con otra para algún fin, casi siempre mutuo./ Cada uno de los individuos de que se compone un cuerpo o una comunidad, como un cabildo, un colegio, etc./ En varios juegos, cada uno de los jugadores que se unen y ayudan contra los otros./ Persona que tiene o corre una misma suerte o fortuna con otra.

Lo que No es un compañero: aquel que utiliza a la gente para sus propios fines o aquel que se acerca por el mero interés o conveniencia propia./ El que tiene dos caras, una más falsa que la otra./ El que no merece ni el respeto ni la consideración que se le brinda, ni siquiera la empatía con que se le recibe.

Se entendió, no? Lástima. Ud. nunca entenderá nada...

domingo, 10 de abril de 2011

Migración vacacional

Los que vivimos en Caracas solemos tener familia que vive en el interior del país: Maracay, Valencia, Puerto Ordaz, Barquisimeto, Maracaibo, Maturín, Valera, Apure y un largo etcétera de ciudades y pueblos, contentivos a su vez de gente buena y querendona, casotas con patio y matas de todo lo que se les ocurra, ríos cerquita, gallinas y gallos que te despiertan de oído, comida deliciosa, atardeceres colorados, miles de cuentos de cuando éramos niños (vergonzosos y comiquísimos) y que son, a la vez, generadores y dueños inamovibles de nuestras añoranzas infantiles… y hasta de las seniles.
Recuerdo la vez que nos fuimos a pasar unos días una escuela indígena en el kilómetro 88, allá en Bolívar. Una pandilla de muchachos con monte de sobra para correr, jugar e inventar a más no poder. Para encauzar nuestras energías nos pusieron a recoger una pequeña huerta, donde unos ñames ya maduros esperaban ser desenterrados para formar parte de algún sancocho. Como la cosa tenía que ser divertida, comenzamos una guerra de terrones. Jalando cualquier ramita salía un terrón gordo, que al ir volando se deshacía por lo general en el aire y sólo llegaba al contrincante una pequeña parte, enlodándole hasta el alma…
Más no siempre. En una de esas, uno de los muchachos tiró de una enclenque ramita, esperando ver el terrón desgranarse en el aire… pero terminó estampándole un ñame, de aproximadamente un kilo, a otro por la frente. El impactado exclamó: “estoy herido” y cayó con los ojos en blanco. Del susto, sólo quedó la burla para toda la vida.
O la vez que en Apure, les dio por meter una vaca en el patio interior de la casa… a la que después no hubo manera de sacar. No sólo no quiso salir, sino que cuando la empujaron para “convencerla”, comenzó a mujir en estéreo, despertando a todo el mundo, empezando por el tío jodiísimo, dueño de todo aquel verdor.
En El Pao había un amigo de papá que tenía unos cochinos grandísimos, a los que llamábamos “los gringos”, porque eran rosadotes y tenían cara pues, de… gringos. Era muy interesante asomarse en el corral donde los tenían, pues los bañaban con una manguera con mucha presión y ellos felices, porque el calor en esa zona es candela, se dejaban plácidos… Hasta que uno de los muchachos se hizo con la manguera y nos bañó a todos los demás, haciendo volar a más de uno a 2 metros de distancia y cayendo de plano al suelo.
Nunca tuvieron consecuencias graves las travesuras, más allá de un susto del que te acordabas entre risas y codazos… Como cuando nadando a ras de agua en Mochima y te ponían el dedo en el tubo del snorkel, dejándote sin aire. O la vez que inventamos echarnos a rodar por los Médanos de Coro… y escupimos arena por un mes.
Lo más lejos que llegábamos era a recoger tal cantidad de flores, que la casa se llenaba de abejitas y las ofrendas iban a tener a punta de trapasos al porche, con todo y recolector de turno.
No vaya usted a creer que sólo los capitalinos somos fanáticos de huir para allá. A muchos de ellos les encanta decir: “me voy donde mi tía Martha (la que vive en Caracas, sabes?) a pasar las vacaciones y a pasear por la capital…”. Seguro les parece chic lo que a nosotros nos resulta rutinario… y a veces, insoportable. 
Y ahí es donde uno aprovecha y devuelve todas las atenciones de las que ha sido objeto cuando le ha tocado visitar, lo cual es la mar de agradable.