Perseguidera Dmente

Desde el Writer´s Studio

Ya que no puedo presentarme desde fuera, lo hago desde mi. Nacida en Caracas, Sultana del Ávila (por ahora viuda del mismo. La ciudad, no yo). Trabajando por ahora (y a veces, por amor al arte), romántica por naturaleza, escaladora vertiginosa del ingenio, suelo habitar estados de exultante optimismo en los que el sol me saluda cada mañana. Pisciana porque así me ha tocado, con un maravilloso ascendente sagitario atravesado entre pecho y espalda. Según el chino: jabalí indetenible. Lectora rápida y voraz como podría ser un fuego abrasador. Cristiana (yo diría que Jesuíta), más por tradición que por convicción dogmática. Morena, de almendrados ojos cafés y cabellos castaños, en los que suelen habitar algunas canas ganadas a pulso, mismas que son desterradas de vez en mes. De facciones perfiladas y menuda constitución, soy la viva representación de lo que puede ser la mezcla de españoles, franceses y descendientes africanos que conforman la homogénea mezcla de la América toda. Mido 1,53 y peso 55 kilos, que logro llevar sin demasiado afán al gimnasio 3 veces a la semana, a fin de mantener la lucha por el control de las dimensiones a buen resguardo de mis 35 años. Hablo el caraqueño antiguo y el actual con total fluidez y el inglés se me da con repugnante facilidad. En un arrebato pasional, he vuelto a las aulas para obtener por las armas lo que no tuve oportunidad de conquistar en su tiempo. Soltera. Madre de una encantadora adolescente rubia, de ojos tan azules como el Caribe y con su mismo carácter. Me encanta viajar y ser testigo presencial de arcoiris, estrellas brillantes y cielos nocturnos despejados. Si bien admiro a Borges y a Benedetti, García Márquez me ha resultado esquivo. Ahora acompaño al Quixote a demostrar la locura cuerda que devana mis días. Culpable confesa de ser rara avis, lo ostento con el visible orgullo de quien se ha elevado convertida en fénix… por haber renacido de sus cenizas. Mi nombre es Zoila. Si mis líneas te resultan interesantes, será un placer devolverte las respuestas oportunas y en algunos casos heréticas, pues a riesgo de ser disonante, solo logro ser yo, toda vez que hago acto de presencia.